Anders Behring Breivik, detenido como autor a sus 32 años de
la mayor matanza en Europa
desde la de marzo de 2004 en Madrid, dejó el pasado domingo un twitter
con una cita atribuida a John Stuart Mill, una de las cumbres del
pensamiento filosófico y político del siglo XIX: "Una persona con una
creencia iguala la fuerza de 100.000 que solo tienen intereses". La cita
está orientada, pero es errónea. "Una persona con una creencia es un
poder social igual a 99 que solo tienen intereses", escribió en realidad
Stuart Mill en
Consideraciones sobre el gobierno representativo.
FOTOS - AP - 23-07-2011
Primer ministro abatido. El primer ministro
noruego, Jens Stoltenberg, se lleva la mano a la frente, en gesto de
abatimiento, durante una conferencia de prensa en el hospital
universitario de Ulleval, en Olso.
- AP
.
El desajuste de las citas es revelador de la personalidad de Breivik,
un hombre con formación, ambiciones y desmesura, que mal dirigidas han
hecho saltar por los aires el universo paradisiaco y autocomplaciente en
que vivían los noruegos, admirados en todas las latitudes por su
equilibrio, contención, discreción y responsabilidad.
En su
página de Facebook (que ha sido bloqueada) el asesino de Oslo presentaba como uno de sus libros favoritos otro de Stuart Mill, el titulado
Sobre la libertad,
donde el pensador inglés dejó escrito que "si toda la humanidad menos
uno tuviera una opinión y una sola persona tuviera la opinión contraria,
la humanidad no tendría justificación para silenciar a esa persona, del
mismo modo que esa persona, si tuviera el poder, no tendría la
justificación para silenciar la humanidad". Breivik o no llegó a ese
pasaje o cruzó por esas palabras sin que le dejaran huella. La huella de
sangre la ha dejado él, armado con una pistola y un fusil y decidido a
silenciar para siempre a todos los jóvenes socialistas que pudiera,
precisamente por no tener su misma opinión. Como también atacó, según
las sospechas policiales, con una descomunal carga explosiva las
dependencias del primer ministro, Jens Stoltenberg, otro aborrecido
socialista.
Autodefinido como políticamente conservador y
cristiano en Facebook, Anders Behring Breivik aparece en su página web
como un hombre joven, soltero y ajeno a las estridencias. Este director
de una explotación agraria que desarrolla la línea
bio realizó
estudios en una escuela de Comercio, gusta del deporte de la caza y era
hincha del FK Lyn, uno de los históricos equipos de fútbol de la liga
noruega, recientemente desaparecido por problemas económicos pese a ser
un club de la parte occidental de Oslo, la zona rica de la ciudad en la
que él creció. Junto al desaprovechado
Sobre la libertad, Breivik coloca
1984, de George Orwell, y
El proceso,
de Kafka, entre sus obras favoritas, dos clásicos de calado, mientras
cede a las pulsiones violentas a la hora de identificar los juegos
electrónicos que le interesan o las series de televisión que le atraen,
incluida
Dexter, protagonizada por un policía forense de Miami
que en sus horas libres hace justicia personal sobre quienes cree que
han escapado indebidamente a la justicia de los tribunales.
El
perfil corresponde como un guante a un hombre con ambiciones e
inclinaciones intelectuales. Entre sus actividades favoritas incluye la
de fundar y desarrollar organizaciones, junto a las de leer y escribir.
Como intereses fija los análisis político y bursátil, mientras que a la
hora de escuchar música se inclina por la clásica o por ese cóctel de
absoluta contemporaneidad que supone la llamada vocal trance.
Un
hombre sin aristas que deja el impacto para más adelante, a la hora de
repasar sus retratos de "noruego de pura cepa", en palabras de la
policía, alto, rubio, con incipiente perilla, frente ancha y despejada, y
ojos verdes, un perfecto ejemplar de atractivo nórdico que se desvanece
a la hora de mostrarse vestido como el aburguesado masón que también
es.
Como decía ayer alguien en Oslo, "todo el mundo sabe su
nombre, pero nadie sabe realmente quién es". Ni siquiera los vecinos,
que le recuerdan como alguien cortés y nada más. Poco a poco van
emergiendo detalles de esa otra vida e ideas políticas que componen un
retrato que se acomoda mejor al drama nacional en que vive Noruega. Son
particular reveladoras sus contribuciones a la web
document.no,
creada para alertar contra la invasión de Europa, en general, y de
Noruega, en particular de gentes venidas de otras tierras e imbuidas de
Islam. "Dígame de un país donde los musulmanes hayan convivido
pacíficamente con los no musulmanes", inquiría hace unos meses Breivik
antes de responderse que esa implantación ha tenido "consecuencias
catastróficas para los no musulmanes". En otro momento se preguntó:
"¿Cuándo ha dejado de ser el multiculturalismo una ideología dirigida
contra la cultura europea, las tradiciones, la identidad y las naciones
Estado?".
Para él, determinadas asociaciones de derechos humanos
defensoras de las minorías no son sino "violentas organizaciones
marxistas" que hay que combatir por todos los medios. Y los socialistas
constituyen, a su juicio, la deletérea encarnación de ese mal. "No
podemos tolerar que los socialistas subvenciones a estos
Stoltenberg-Jugend, que sistemáticamente aterrorizan a los
conservadores", escribía el luchador antimulticulturalidad que vivía
disfrazado de pacífico masón y de modesto agricultor ecologista.
Stoltenberg-Jugend en su diatriba es la versión noruega de las
Hitlerjugend (Juventudes
hitlerianas), las mismas juventudes socialistas que iban reunirse
plácida y desenfadadamente durante este fin de semana en la isla de
Utoya, vecina a Oslo. Breivik aborrecía a Stoltenberg, el jefe de
Gobierno objetivo del primero de los ataques del viernes, como también a
su antigua predecesora, Gro Harlem Brundtland, tan apreciada por los
noruegos que algunos llegan a referirse a ella como
landsmoder (madre de la patria). En algún escrito Breivik la etiqueta como
landsmo(r)der, donde el añadido la convierte en "asesina de la patria".
A
Utoya acudió disfrazado de policía, llevando hasta el final su
camaleónica capacidad de camuflarse como un simple noruego fuera de toda
sospecha. Su empresa agrícola era una tapadera para conseguir medios
para un activismo político que estaba fuera del circuito convencional
desde que abandonó hace alrededor de un lustro, al dejar de pagar su
cuota y sin que nadie le echara de menos, el Partido del Progreso, en
cuyas juventudes también militó, la derecha ultranacionalista y xenófoba
de Noruega, que en las elecciones de 2009 obtuvo un 23% de sufragios y
con 41 escaños se convirtió en la segunda fuerza política nacional.
Timoneado por la carismática Siv Jensen, el Partido del Progreso
arremete una y otra vez contra la permisividad y entreguismo de los
socialistas, cómplices, dice Jensen, de la progresiva islamización de la
sociedad.
Esa retórica le parecía insuficiente al cada vez más
arrebatado Breivik, que en sus intervenciones en la web puso como
ejemplo de auténtico líder conservador a Geert Wilders, azote del Islam y
del multiculturalismo en Holanda. El joven noruego se había convertido
en un Savonarola contra el pactismo, la corrección política y la
tolerancia y creía que había que promocionar sus ideas en el más allá de
los confines nórdicos, en especial entre británicos, alemanes,
franceses y estadounidenses, como escribió en una de sus intervenciones.
Jensen se manifestaba ayer sorprendida por la mortífera odisea de su
antiguo correligionario, de quien decía que era casi un desconocido
entre los militantes del partido, y hacía un llamamiento a la unidad
nacional en esta hora traumática.
En la feliz Noruega ni la
policía tenía noticia particular del ciudadano ejemplar Breivik. En un
reciente informe los servicios secretos aseguraban que "los extremistas
de derecha y de izquierda, no constituyen una amenaza seria en 2011 para
la sociedad noruega".
CONSTERNACIÓN EN NORUEGA !!